Reseña: My Mad Fat Diary, la serie que la Generación Z debe ver

“Quiero que te imagines a una versión tuya de 10 años, imagínala sentada en el sofá. Esta es la niña que pensó por primera vez que era gor...


“Quiero que te imagines a una versión tuya de 10 años, imagínala sentada en el sofá. Esta es la niña que pensó por primera vez que era gorda, fea y una vergüenza. Quiero que te la imagines allí, sentada, justo ahora. Ahora, dile a esa pequeña que es gorda. Dile que es fea. Dile que es una vergüenza, que no vale, que no sirve para nada. Porque eso es lo que haces cada día cuando te dices todo eso.”




Hace alrededor de cuatro años, y gracias a una serie de personas que por entonces me rodeaban, llegó a mí “My Mad Fat Diary”, una serie británica de 16 capítulos basada en el diario de Rae Earl. Por aquellos entonces decidí pausarla debido a que mis inseguridades y mis complejos se veían expuestos en muchas de las situaciones de la serie, lo que era bastante incómodo y empeoraba mi estado anímico; en cierta medida, “My Mad Fat Diary”, ha determinado muchos de los aspectos de mi persona actual, aquel con el que duermo y con el que me comunico constantemente, y la forma en la que he afrontado los problemas. Durante este confinamiento he decidido cerrar esa puerta que dejé abierta en el 2016 y la he vuelto a ver. De alguna forma me he abierto en canal y me he reconciliado tanto conmigo mismo como con Rachel Earl, la protagonista. Si hace cuatro años hubiera decidido terminarla, las cosas habrían sido mucho más fáciles para mí, y por eso creo que es un escalón en el que todos los adolescentes deberían parar para entenderse a sí mismos, especialmente si son “freaks”.



La serie, narrada en primera persona por la protagonista, cuenta la historia de Rae Earl, una adolescente de 105 kilos que acaba de salir de un hospital psiquiátrico, en el cual había ingresado tras intentar suicidarse. 
Rae retoma la amistad con Chloe, su amiga de la infancia que la ha opacado de forma casi inconsciente desde niñas, y los amigos de esta: Izzy, Archie, Chop y Finn.
Toda la serie es un viaje en búsqueda de la fuente de las inseguridades de la protagonista, un viaje de la mano de Kester (su psicólogo) y otros personajes. Una chica llena de complejos que la persiguen desde niña y que han trascendido más allá de lo usual, una inserción en sí misma para encontrar al culpable de sus desgracias. Las situaciones a las que se enfrenta (bastante mal, por cierto) revelan la inevitabilidad del destino, que empeora y retuerce todos sus asuntos; Rae pretende encontrar la plenitud que siempre ha anhelado y ayudar a los demás en sus historias paralelas, historias de amor, historias de luchas contra la impopularidad, contra el grito de “frígida” o “puta”, contra la homofobia más cruda, que es la que se libra con uno mismo, contra el propio yo y contra la conciencia.



La importancia de ir a terapia con un psicólogo es brutal en la persecución de la satisfacción y la estabilidad mental, y eso la serie lo plasma muy bien. Todos tus prejuicios sobre cualquier parte del proceso de aceptación del cuerpo de esta y de sus miedos se pueden ver, desnudos y hambrientos, a lo largo de la historia. 
Todas tus barreras se reflejan en Rae, en su madre egoísta, en su amiga anoréxica, en la sexualidad más impura que nace de su bomba hormonal, en el pavor a desnudarse y que la persona que la ama deje de hacerlo, en las falsas apariencias y en las memorias de cada uno de los personajes que, de alguna manera, cargan sus propios bagajes.


La comunicación es un punto muy importante en todas tus relaciones, esa sinceridad debe estar presente en todos los aspectos de tu vida y tienes que ofrecerle a tu entorno tu verdad para así entender la de ellos. 
La serie crece contigo y, de forma sutil, enfrentas la evolución de Rae, pues, los problemas de la primera temporada, que se balancean entre insultos y besitos, metamorfosean en verdaderos riesgos de la juventud donde sangre, abusos y drogas están de por medio. Por lo tanto, ese desarrollo también se da en la mentalidad de todos excepto en la de Rachel, que, debido a sus circunstancias, está ligada de alguna forma a la inocencia de la niñez.
La madurez y la necesidad de hacer balance y priorizar las decisiones se hace un hueco en la trama y por tanto, Rae va a enseñarte como NO hacer las cosas.



Además, los hechos ocurren en 1996 y, por tanto, las referencias sociales y culturales son constantes. De hecho, la banda sonora es una de las mejores que he escuchado nunca, afrontar escenas de autodestrucción con canciones de The Smiths o The Stone Roses es algo que tanto tú como yo necesitamos. 

En definitiva, una serie genial (y esto es raro que yo lo diga) que deberías ver si alguna vez has sufrido situaciones de abuso. No deja de ser una historieta para adolescentes sin caer en clichés tontos y siendo consciente de la fragilidad de los hechos narrados. Rae Earl, su diario y su tragicomedia constante siempre tendrán un hueco en la estantería de mi alma.

Artículo por Keita Darek

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