Opinión: 6 cortometrajes contemporáneos para abrir tu Chakra Manipura (o tu ojo artístico si eres escéptico)

Hace mucho tiempo que quería escribir sobre mi espiritualidad y recomendar cortometrajes, pero no ha sido hasta hoy cuando he caído en que, ...

Hace mucho tiempo que quería escribir sobre mi espiritualidad y recomendar cortometrajes, pero no ha sido hasta hoy cuando he caído en que, de alguna forma, podía relacionarlo todo.

Según algunas vertientes del pensamiento oriental, contamos con siete círculos energéticos que se extienden a lo largo de nuestro cuerpo energético o aura y actúan de puertas y agentes de regulación de nuestra energía, abarcando así e influyéndonos en todos nuestros aspectos como seres vivientes (nuestro campo etérico, emocional, intelectual y espiritual).



Todos ellos, siete concretamente, mantienen una función o especialidad en nuestro ser y rigen unas pautas de cuidado o activación.

El tercero de ellos, Manipura, se ubica en el plexo solar y está vinculado al color amarillo, relacionándose así con nuestro poder personal y nuestra capacidad de acción y de enfrentamiento a los riesgos.

Pero ¿qué tiene que ver todo este rollo hindú con los cortometrajes que voy a recomendar?

Pues bien, este es considerado el chakra de los artistas, el encargado de la expresión de impulsos y sentimientos en cualquier ámbito del arte. Así, y siguiendo con el principio, se recogen una serie de terapias para la activación de este que, a mí, me sabe a poco.

Baños de luz solar, meditación, cromoterapia, aromaterapia, etc. Muy bien, dentro de estos intentos de encontrar nuestro propio fuego que nos inspire y nos cree y/o acelere nuestra evolución como creadores y mentes artísticas se encuentra el consumo de arte.

Para mí, los cortometrajes son el mejor “género” cinematográfico y el más abandonado. Ideas e historias breves sin necesidad de alargamientos innecesarios ni desviación del pretexto inicial.

Por ejemplo, la soledad de una madre; un cortometraje te lo escupe, un largometraje lo mastica por su cuenta y luego te lo vomita.

Con los cortos no necesitas hacer palomitas, ni te entra sueño, ni te hace perder una gran cantidad de tiempo.

Te plantea un tema, te expone un dilema o te describe una situación y el trabajo de reflexión reside en ti, no en la propia obra.

Federico Fellini comparaba el vino con las películas, como un instante de placer que nace y renace en cada espectador de una manera distinta, y, creo, que ese símil, encajaría mejor con los cortos.

Habiendo (mal)usado un poco el concepto de chakra para adentraros en mi visión sobre donde irradia nuestro ojo artístico, os dejo con 6 de los variados cortometrajes que me han ayudado a evolucionar como persona y a entender y juzgar verdaderamente el arte.

 

1.- Julia de Castro, De la Puríssima: Anatomía de una criminal (2015), de Javier Giner.

Este falso documental performático nos muestra a la cupletista y actriz Julia de Castro en su búsqueda por las calles de Barcelona del verdadero comprador de su cuadro, donde la retratan desnuda y con un traje de luces. Una verdadera obra en movimiento y de cierto aire punkarra que nos hace reflexionar sobre los límites de lo artístico, el sucio mundo del arte y la propia valentía del artista. Tauromaquia, coplas, contenedores de basura y una mujer corriendo desnuda por La Rambla es todo lo que nos ofrece el cineasta Javier Giner, que no es poco.

2.- La hora del baño (2014), de Eduardo Casanova.

Ya todos conocemos los registros y los recursos madre del genial Casanova, los cuales se han visto expuestos a lo largo de toda su obra cinematográfica, literaria y fotográfica.

La hora del baño es una síntesis perfecta entre el gore y el melodrama, maquillado de color rosa y encerrado en una habitación.

Una pareja acaba de tener un hijo que odian, los dos se encuentran al borde del suicidio y se aferran tontamente a salvar su relación por encima de cualquier cosa, incluso de ese monstruo fruto del “amor” de ellos.

Asquerosa, gráfica y sumamente escalofriante (como toda la obra de Eduardo), nos vomita un cuadernito de pegatinas con purpurina mientras se ríe del espectador, nos empuja a cuestionarnos la maternidad como algo bello y a lo estético como algo rosa.

Si después de verlo te apetece más, puedes encontrar todos sus trabajos breves y su largometraje “Pieles”, obra culmen del artista, en Youtube y Filmin.

 

3.-Cerdita (2018), de Carlota Pereda.

Ganador del Goya al mejor cortometraje de ficción, Pereda nos transporta a un entorno árido y onírico donde una chica gorda intenta bañarse en una piscina sucia a las afueras de un pueblo.

A lo largo de este se expone a la mirada penetrante de un desconocido y a los chistes, burlas y torturas de unas chicas del lugar, entre ellas, su amiga de la infancia.

Un vago retrato del bullying que te hará arrastrarte por el sofá y te hará sentir incómodo como nunca antes, especialmente con el final “feliz” que descansa en el minuto 14.

 

4.- Litoral (2019), de Juanjo Rueda.

Después de tanta angustia os traigo algo de nostalgia de la mano de un director novel. Un breve documental sobre la historia de un matrimonio, una familia y un pueblo que reside solo en el recuerdo de la abuela y en las fotos que poco a poco aparecen y forman un collage sobre el propio plano y acción de esta, ahora tímida y congelada en destellos analógicos.

 

5.- Estigma (2018), de David Velduque.

David Velduque nos narra, de la forma más agresiva, la breve historia de una de las noches de Alex, en la que invita a un chico a su casa.

Situaciones incómodas que rozan lo terrorífico, un bicho gigante y sucio que emana del cuerpo del protagonista y una sensación de sobreexposición constante nos empujan a la agonía de este y al tema de la obra, la serofobia.

 

6.- La última virgen (2017), de Bárbara Farré.

Siempre que veo películas que retraten la adolescencia y las virtudes y las desgracias de ésta suelo acabar muy insatisfecho. En todas impera una visión paternalista, una crítica vacía y una desvinculación total de la verdadera adolescencia.

En cambio, La última virgen nos muestra la historia de Sara, una chica de 14 años que se ve obligada a madurar prematuramente por un círculo enfermo que abarca desde sus amigas hasta los adultos, pasando por las redes sociales.

Badgyal, Dellafuente, sexo forzado, tutoriales de mamadas, crop tops del Bershka y cigarrillos de contrabando son los elementos que diferencian esta obra maestra del resto de intentos de crítica a los jóvenes.


Artículo escrito por Keita Darek.

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